martes, 2 de diciembre de 2008

6ta Ley “LA LEY DEL DESAPEGO”

La sabiduría de la incertidumbre reside en el desapego... en la sabiduría de la incertidumbre reside la liberación del pasado, de lo conocido, que es la prisión del condicionamiento anterior.
Y en nuestro deseo de ir hacia lo desconocido, el campo de todas las posibilidades, nos entregamos a la mente creativa, que orquesta la danza del universo.

Como dos aves doradas posadas en el mismo árbol, el ego y el yo, íntimos amigos, viven en el mismo cuerpo. El primero come los frutos dulces y amargos del árbol de la vida., mientras que el segundo observa con indiferencia.


La sexta ley espiritual del éxito es la ley del desapego. Esta ley dice que para adquirir cual­quier cosa en el universo físico, debemos renun­ciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro de­seo. No renunciamos a la intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado.

Es grande el poder que se deriva de esto. Tan pronto como renunciamos al interés por el resul­tado, combinando al mismo tiempo la intención concentrada y el desapego, conseguimos lo que deseamos. Podemos conseguir cualquier cosa que deseemos a través del desapego, porque éste se basa en la confianza incuestionable en el poder del verdadero yo. El apego, en cambio, se basa en el temor y en la inseguridad - y la necesidad de sentir seguridad emana del desconocimiento del verdadero yo.

La fuente de la abundancia, de la riqueza o de cualquier cosa en el mundo físico es el yo; es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada nece­sidad. Todo lo demás es un símbolo: vehículos, casas, cheques, ropa, aviones. Los símbolos son transitorios; llegan y se van. Perseguir símbolos es como contentarse con el mapa en lugar del te­rritorio. Es algo que produce ansiedad y acaba por hacernos sentir vacíos y huecos por dentro, por­que cambiamos el yo por los símbolos del yo.
El apego es producto de la conciencia de la pobreza, porque se interesa siempre por los sím­bolos. El desapego es sinónimo de la conciencia de la riqueza, porque con él viene la libertad para crear. Sólo a partir de un compromiso desprendi­do, podemos tener alegría y felicidad. Entonces,
los símbolos de la riqueza aparecen espontánea­mente y sin esfuerzo. Sin desapego somos prisio­neros del desamparo, la desesperanza, las nece­sidades mundanas, los intereses triviales, la desesperación silenciosa y la gravedad - carac­terísticas distintivas de una existencia mediocre y una conciencia de la pobreza.

La verdadera conciencia de la riqueza es la capacidad de tener todo lo que deseamos, cada vez que lo deseamos, y con un mínimo de esfuer­zo. Para afianzarnos en esta experiencia es nece­sario afianzarnos en la sabiduría de la incertidum­bre. En la incertidumbre encontraremos la libertad para crear cualquier cosa que deseemos.

La gente busca constantemente seguridad, pero con el tiempo descubriremos que esa bús­queda es en realidad algo muy efímero. Hasta el apego al dinero es una señal de inseguridad. Uno podría decir: "Me sentiré seguro cuando tenga X cantidad de dinero porque entonces tendré inde­pendencia económica y podré jubilarme. Y en­tonces haré todo lo que he querido hacer siempre". Pero eso es algo que nunca sucede - que nunca llega.

Quienes buscan la seguridad la persiguen du­rante toda la vida sin encontrarla jamás. La segu­ridad es evasiva y efímera porque no puede de­pender exclusivamente del dinero. El apego al dinero siempre creará inseguridad, no importa cuánto dinero se tenga en el banco. De hecho, algunas de las personas que más dinero tienen son las más inseguras.

La búsqueda de la seguridad es una ilusión. Según las antiguas tradiciones de sabiduría, la so­lución de todo este dilema reside en la sabiduría de la inseguridad o la sabiduría de la incertidum­bre. Esto significa que la búsqueda de seguridad y de certeza es en realidad un apego a lo conocido. ¿Y qué es lo conocido? Lo conocido es el pasado. Lo conocido no es otra cosa que la prisión del condicionamiento anterior. Allí no hay evolución -absolutamente ninguna evolución. Y cuando no hay evolución, sobrevienen el estancamiento, el desorden, el caos y la decadencia.

La incertidumbre, por otra parte, es el suelo fértil de la creatividad pura y de la libertad. La incertidumbre es penetrar en lo desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desco­nocido es el campo de todas las posibilidades, siempre fresco, siempre nuevo, siempre abierto a la creación de nuevas manifestaciones. Sin la in­certidumbre y sin lo desconocido, la vida es sólo una vil repetición de recuerdos gastados. Nos con­vertimos en víctimas del pasado, y nuestro torturador de hoy es el yo que ha quedado de ayer.

Renunciemos a nuestro apego a lo conocido y adentrémonos en lo desconocido, así entraremos en el campo de todas las posibilidades. La sabidu­ría de la incertidumbre jugará un importante pa­pel en nuestro deseo de entrar en lo desconocido. Esto significa que en cada momento de nuestra vida habrá emoción, aventura, misterio; que ex­perimentaremos la alegría de vivir: la magia, la celebración, el júbilo y el regocijo de nuestro pro­pio espíritu.

Cada día podemos buscar la emoción de lo que puede ocurrir en el campo de todas las posibilida­des. Si nos sentimos inseguros, estamos en el ca­mino correcto - no nos demos por vencidos. En realidad no necesitamos tener una idea rígida y completa de lo que haremos la semana próxima o el año próximo, porque si tenemos una idea clara de lo que ha de suceder y nos aferramos rígida­mente a ella, dejaremos por fuera un enorme aba­nico de posibilidades.

La gente busca constantemente seguridad, pero con el tiempo descubriremos que esa bús­queda es en realidad algo muy efímero. Hasta el apego al dinero es una señal de inseguridad. Uno podría decir: "Me sentiré seguro cuando tenga X cantidad de dinero porque entonces tendré inde­pendencia económica y podré jubilarme. Y en­tonces haré todo lo que he querido hacer siempre". Pero eso es algo que nunca sucede - que nunca llega.

Quienes buscan la seguridad la persiguen du­rante toda la vida sin encontrarla jamás. La segu­ridad es evasiva y efímera porque no puede de­pender exclusivamente del dinero. El apego al dinero siempre creará inseguridad, no importa cuánto dinero se tenga en el banco. De hecho, algunas de las personas que más dinero tienen son las más inseguras.

La búsqueda de la seguridad es una ilusión. Según las antiguas tradiciones de sabiduría, la so­lución de todo este dilema reside en la sabiduría de la inseguridad o la sabiduría de la incertidum­bre. Esto significa que la búsqueda de seguridad y de certeza es en realidad un apego a lo conocido. ¿Y qué es lo conocido? Lo conocido es el pasado. Lo conocido no es otra cosa que la prisión del condicionamiento anterior. Allí no hay evolución -absolutamente ninguna evolución. Y cuando no hay evolución, sobrevienen el estancamiento, el desorden, el caos y la decadencia.

La incertidumbre, por otra parte, es el suelo fértil de la creatividad pura y de la libertad. La incertidumbre es penetrar en lo desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desco­nocido es el campo de todas las posibilidades, siempre fresco, siempre nuevo, siempre abierto a la creación de nuevas manifestaciones. Sin la in­certidumbre y sin lo desconocido, la vida es sólo una vil repetición de recuerdos gastados. Nos con­vertimos en víctimas del pasado, y nuestro torturador de hoy es el yo que ha quedado de ayer.

Renunciemos a nuestro apego a lo conocido y adentrémonos en lo desconocido, así entraremos en el campo de todas las posibilidades. La sabidu­ría de la incertidumbre jugará un importante pa­pel en nuestro deseo de entrar en lo desconocido. Esto significa que en cada momento de nuestra vida habrá emoción, aventura, misterio; que ex­perimentaremos la alegría de vivir: la magia, la celebración, el júbilo y el regocijo de nuestro pro­pio espíritu.

Cada día podemos buscar la emoción de lo que puede ocurrir en el campo de todas las posibilida­des. Si nos sentimos inseguros, estamos en el ca­mino correcto - no nos demos por vencidos. En realidad no necesitamos tener una idea rígida y completa de lo que haremos la semana próxima o el año próximo, porque si tenemos una idea clara de lo que ha de suceder y nos aferramos rígida­mente a ella, dejaremos por fuera un enorme aba­nico de posibilidades.

Una de las características del campo de todas las posibilidades es la correlación infinita. Este campo puede orquestar una infinidad de sucesos espacio-temporales con el fin de producir el re­sultado esperado. Pero cuando hay apego, la in­tención queda atrapada en una forma de pensar rígida y se pierden la fluidez, la creatividad y la espontaneidad inherentes al campo de todas las posibilidades. Cuando nos apegamos a algo, con­gelamos nuestro deseo, lo alejamos de esa fluidez y esa flexibilidad infinitas y lo encerramos dentro de un rígido marco que obstaculiza el proceso to­tal de la creación.

La ley del desapego no obstaculiza la ley de la intención y el deseo - la fijación de metas. Siem­pre tenemos la intención de avanzar en una de­terminada dirección, siempre tenemos una meta. Sin embargo, entre el punto A y el punto B hay un número infinito de posibilidades, y si la incer­tidumbre está presente, podremos cambiar de di­rección en cualquier momento si encontramos un ideal superior o algo más emocionante. Al mis­mo tiempo, será menos probable que forcemos las soluciones de los problemas, lo cual hará posible que nos mantengamos atentos a las oportunida­des.

La ley del desapego acelera el proceso total de la evolución. Cuando entendemos esta ley, no nos sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas. Cuando forzamos las soluciones, sola­mente creamos nuevos problemas. Pero si fijamos nuestra atención en la incertidumbre y la obser­vamos mientras esperamos ansiosamente a que la solución surja de entre el caos y la confusión, en­tonces surgirá algo fabuloso y emocionante.

Cuando este estado de vigilancia - nuestra preparación en el presente, en el campo de la in­certidumbre - se suma a nuestra meta y a nues­tra intención, nos permite aprovechar la oportu­nidad. ¿Qué es la oportunidad? Es lo que está contenido en cada problema de la vida. Cada pro­blema que se nos presenta en la vida es la semilla de una oportunidad para algún gran beneficio. Una vez que tengamos esta percepción, nos abri­remos a toda una gama de posibilidades - lo cual mantendrá vivos el misterio, el asombro, la emo­ción y la aventura.

Podremos ver cada problema de la vida como la oportunidad de algún gran beneficio. Habiéndonos afianzado en la sabiduría de la incertidum­bre, podremos permanecer alerta a las oportunida­des. Y, cuando nuestro estado de preparación se encuentre con la oportunidad, la solución apare­cerá espontáneamente.

Lo que resulta de esto es lo que denominamos comúnmente "buena suerte". La buena suerte no es otra cosa que la unión del estado de prepara­ción con la oportunidad. Cuando los dos se mez­clan con una vigilancia atenta del caos, surge una solución que trae beneficio y evolución para no­sotros y para todos los que nos rodean. Ésta es la receta perfecta para el éxito, y se basa en la ley del desapego.

CÓMO APLICAR LA LEY DEL DESAPEGO

1) Hoy me comprometeré con el desapego. Me permitiré y les permitiré a los que me rodean la libertad de ser como somos. No impondré tercamente mi opinión de cómo deben ser las cosas. No forzaré las soluciones de los pro­blemas, y, por tanto, no crearé con eso otros nuevos. Participaré en todo con absoluto desprendimiento.

2) Hoy convertiré a la incertidumbre en un ele­mento esencial de mi experiencia. Y gracias a esa disponibilidad para aceptar la incerti­dumbre, las soluciones surgirán espontánea­mente de los problemas, de la confusión, del desorden y del caos. Cuanto más inciertas parezcan las cosas, más seguro me sentiré porque la incertidumbre es el camino hacia la libertad. Por medio de la sabiduría de la incertidumbre, encontraré mi seguridad.

3) Penetraré en el campo de todas las posibili­dades y esperaré la emoción que tiene lugar cuando me mantengo abierto a una infini­dad de alternativas. Cuando entre en el cam­po de todas las posibilidades, experimentaré todo el regocijo, la aventura, la magia y el misterio de la vida.


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miércoles, 19 de noviembre de 2008

7a Ley "LA LEY DEL "DHARMA" O PROPÓSITO EN LA VIDA"

Séptima LEY "LA LEY DEL "DHARMA" O PROPÓSITO EN LA VIDA"
Basado en el Libro de Deepak Chopra

Todo el mundo tiene un propósito en la vida... un don único o talento especial para ofrecer a los demás. Y cuando combinamos ese talento único con el servicio a los demás, experimentamos el éxtasis y el júbilo de nuestro propio espíritu, que es la meta última de todas las metas.

Cuando trabajas, eres como una flauta a través de cuyo corazón el susurro de las horas se convierte en música... ¿Y qué es trabajar con amor? Es tejer una tela con hilos sacados de tu corazón, como si tu amado fuese a vestirse con esa tela...
- KHALIL GIBRAN, El profeta.
La séptima ley espiritual del éxito es la ley del dharma. "Dharma" es un vocablo sánscrito que significa "propósito en la vida". Esta ley dice que nos hemos manifestado en forma física para cumplir un propósito. El campo de la potenciali­dad pura es la divinidad en su esencia, y la divini­dad adopta la forma humana para cumplir un pro­pósito.

De acuerdo con esta ley, cada uno de nosotros tiene un talento único y una manera única de expresarlo. Hay una cosa que cada individuo pue­de hacer mejor que cualquier otro en todo el mundo - y por cada talento único y por cada expre­sión única de dicho talento, también existen unas necesidades únicas. Cuando estas necesidades se unen con la expresión creativa de nuestro talen­to, se produce la chispa que crea la abundancia. El expresar nuestros talentos para satisfacer ne­cesidades, crea riqueza y abundancia sin límites.

Si pudiéramos enseñarles a los niños desde el principio esta manera de pensar, veríamos el efec­to que esto tendría en su vida. En realidad, yo lo hice con mis hijos. Les dije una y otra vez que había una razón para que ellos estuvieran aquí, y que ellos debían descubrir esa razón por sí mis­mos. Eso fue algo que oyeron desde los cuatro años. También les enseñé a meditar cuando tenían aproximadamente esa edad, y les dije: "No quie­ro que se preocupen, nunca, por ganarse la vida. Si cuando sean mayores no pueden ganarse la vida, yo les daré lo necesario, de manera que no se pre­ocupen por eso. No quiero que se concentren en ser los mejores de la escuela, en obtener las mejo­res notas o en ir a la mejor universidad. En lo que realmente quiero que se concentren es en peguntarse a sí mismos cómo pueden servir a la hu­manidad y cuáles son sus talentos únicos. Porque cada uno de ustedes tiene un talento único que nadie más tiene, y una manera especial de expresarlo, que tampoco tiene nadie más". Mis hijos acabaron estudiando en las mejores escue­las, obteniendo las mejores notas e incluso en la universidad son los únicos que son económica­mente autosuficientes, porque ellos tienen su atención puesta en el propósito por el cual están aquí. Ésta, entonces, es la ley del dharma.

La ley del dharma tiene tres componentes. El primero dice que cada uno de nosotros está aquí para descubrir su verdadero yo, para descubrir por su cuenta que el verdadero yo es espiritual y que somos en esencia seres espirituales que han adop­tado una forma física para manifestarse. No so­mos seres humanos que tienen experiencias espi­rituales ocasionales, sino todo lo contrario: somos seres espirituales que tienen experiencias huma­nas ocasionales.

Cada uno de nosotros está aquí para descubrir su yo superior o su yo espiritual. Esa es la primera forma de cumplir la ley del dharma. Debemos des­cubrir por nuestra cuenta que dentro de nosotros hay un dios en embrión que desea nacer para que podamos expresar nuestra divinidad.

El segundo componente de la ley del dharma es la expresión de nuestro talento único. La ley del dharma dice que todo ser humano tiene un talento único. Cada uno de nosotros tiene un ta­lento tan único en su expresión que no existe otro ser sobre el planeta que tenga ese talento o que lo exprese de esa manera. Eso quiere decir que hay una cosa que podemos hacer, y una manera de hacerlo, que es mejor que la de cualquier otra persona, en este planeta. Cuando estamos desa­rrollando esa actividad, perdemos la noción del tiempo. La expresión de ese talento único - o más de uno, en muchos casos - nos introduce en un estado de conciencia atemporal.

El tercer componente de la ley del dharma es el servicio a la humanidad - servir a los demás se­res humanos y preguntarse: "¿Cómo puedo ayu­dar? ¿Cómo puedo ayudar a todas las personas con quienes tengo contacto?" Cuando combinamos la capacidad de expresar nuestro talento único con el servicio a la humanidad, usamos plenamente la ley del dharma. Y cuando unimos esto al conoci­miento de nuestra propia espiritualidad, el campo de la potencialidad pura, es imposible que no tenga­mos acceso a la abundancia ilimitada, porque ésa es la verdadera manera de lograr la abundancia.

Y no se trata de una abundancia transitoria; ésta es permanente en virtud de nuestro talento único, de nuestra manera de expresarlo y de nues­tro servicio y dedicación a los demás seres huma­nos, que descubrimos preguntando: "¿Cómo pue­do ayudar?", en lugar de: "¿Qué gano yo con eso?"

La pregunta "¿Qué gano yo con eso?" es el diá­logo interno del ego. La pregunta "¿Cómo puedo ayudar?" es el diálogo interno del espíritu. El es­píritu es ese campo de la conciencia en donde experimentamos nuestra universalidad. Con sólo cambiar el diálogo interno y no preguntar "¿Qué gano yo con eso?" sino "¿Cómo puedo ayudar?", automáticamente vamos más allá del ego para en­trar en el campo del espíritu. Y aunque la medita­ción es la manera más fácil de entrar en el campo del espíritu, el simple hecho de cambiar nuestro diálogo interno de esta manera también nos brin­da acceso al espíritu, ese campo de la conciencia donde experimentamos nuestra universalidad.


CÓMO APLICAR LA LEY DEL "DHARMA" O PROPÓSITO EN LA VIDA

1) Hoy cultivaré con amor al dios en embrión que reside en el fondo de mi alma. Prestaré atención al espíritu interior que anima tanto a mi cuerpo como a mi mente. Despertaré a esa quietud profunda del interior de mi cora­zón. Mantendré la conciencia del ser atemporal y eterno, en medio de la experien­cia limitada por el tiempo.

2) Haré una lista de mis talentos únicos. Des­pués haré una lista de las cosas que me en­canta hacer cuando estoy expresando mis talentos únicos. Cuando expreso mis talentos únicos y los utilizo en servicio de la hu­manidad, pierdo la noción del tiempo y pro­duzco abundancia tanto en mi vida como en la vida de los demás.

3) Todos los días me preguntaré: "¿Cómo pue­do servir?" y "¿Cómo puedo ayudar?" Las res­puestas a estas preguntas me permitirán ayu­dar y servir con amor a los demás seres humanos.

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

5ta Ley "LA LEY DE LA INTENCIÓN Y EL DESEO"

5ta Ley
Por: Dr. Harmony
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Inherente en toda intención y en todo deseo está el mecanismo para su realización... la intención y el deseo en el campo de la potencialidad pura tienen un infinito poder organizador.
Y cuando introducimos una intención en el suelo fértil de la potencialidad pura, ponemos a trabajar para nosotros ese infinito poder organizador.

En el principio era el deseo, primera semilla de la mente; los sabios, habiendo meditado en su corazón, descubrieron por su sabiduría la conexión entre lo existente y lo inexistente.

- Himno de la Creación, Rig Veda

La quinta ley espiritual del éxito es la ley de la intención y el deseo. Esta ley se basa en el he­cho de que la energía y la información existen en todas partes en la naturaleza. En efecto, a nivel del campo cuántico solamente hay energía e in­formación. Campo cuántico es sólo otra manera de denominar el campo de la conciencia pura o de la potencialidad pura. Y en este campo cuántico influyen la intención y el deseo. Examinemos este proceso en detalle.

Cuando una flor, un arco iris, un árbol, una hoja de hierba, un cuerpo humano se descompo­nen en sus partes esenciales, vemos que éstas son energía e información. Todo el universo, en su naturaleza esencial, es el movimiento de la ener­gía y la información. La única diferencia entre nosotros y un árbol es el contenido de información y de energía de nuestros respectivos cuerpos.

En el plano material, tanto nosotros como el árbol estamos hechos de los mismos elementos reciclados: principalmente carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y otros elementos en canti­dades minúsculas. Estos elementos se podrían comprar en un laboratorio. Por tanto, la diferen­cia entre nosotros y el árbol no reside en el carbo­no, o en el hidrógeno o en el oxígeno. De hecho, nosotros y el árbol intercambiamos constante­mente nuestro carbono y nuestro oxígeno. La ver­dadera diferencia entre los dos está en la energía y en la información.

En el orden general de la naturaleza, nosotros, los seres humanos, pertenecemos a una especie privilegiada. Tenemos un sistema nervioso capaz de tomar conciencia del contenido de energía e información de ese campo particular que da ori­gen a nuestro cuerpo físico. Experimentamos ese campo subjetivamente en forma de pensamien­tos, sentimientos, emociones, deseos, recuerdos, instintos, impulsos y creencias. Este mismo cam­po es percibido objetivamente como el cuerpo fí­sico - y por medio del cuerpo, percibimos ese campo como el mundo. Pero todo está hecho de lo mismo. Por eso los antiguos videntes exclama­ban: "Yo soy eso, usted es eso, todo esto es eso, y eso es todo lo que existe".

Nuestro cuerpo no es independiente del cuer­po del universo, porque al nivel de la mecánica cuántica no existen fronteras bien definidas. So­mos como una onda, una ola, una fluctuación, una circunvolución, un remolino, una perturba­ción localizada en un campo cuántico más gran­de. Ese campo cuántico más grande - el univer­so - es nuestro cuerpo ampliado.

El sistema nervioso humano no solamente es capaz de tomar conciencia de la información y de la energía de su propio campo cuántico, sino que, como la conciencia humana es infinitamente flexible a través de ese maravilloso sistema ner­vioso, podemos cambiar conscientemente el con­tenido de información que da origen a nuestro cuerpo físico. Podemos cambiar conscientemen­te el contenido de energía y de información de nuestro propio cuerpo de mecánica cuántica y, por tanto, influir en el contenido de energía y de información de nuestro cuerpo ampliado - nues­tro entorno, el mundo - y hacer que sucedan cosas en él.

Este cambio consciente se logra a través de las dos cualidades inherentes a la conciencia: la atención y la intención. La atención da energía, y la intención transforma. Cualquier cosa a la cual prestemos atención, crecerá con más fuerza en nuestra vida. Cualquier cosa a la cual dejemos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá. Por otro lado, la intención estimu­la la transformación de la energía y de la infor­mación. La intención organiza su propia realiza­ción.

El acto de dirigir la intención sobre el objeto de la atención desencadenará una infinidad de sucesos espacio-temporales orientados a producir el resultado buscado, siempre y cuando que uno cumpla las otras leyes espirituales de la vida. Esto se debe a que la intención, dirigida sobre el cam­po fértil de la atención, tiene un infinito poder organizador. Infinito poder organizador significa poder para organizar una infinidad de sucesos es­pacio-temporales, todos al mismo tiempo. Vemos la expresión de este infinito poder organizador en cada hoja de hierba, en cada flor de manzano, en cada célula de nuestro cuerpo. Lo vemos en todo lo que vive.

En el orden general de la naturaleza, todo se conecta y se correlaciona con todo lo demás. Cuando la marmota sale de su madriguera subte­rránea, sabemos que se avecina la primavera. Las aves comienzan a migrar en cierta dirección en determinada época del año. La naturaleza es una sinfonía. Y esa sinfonía es orquestada en silencio desde el fundamento último de la creación.

El cuerpo humano es otro buen ejemplo de esta sinfonía. Una sola célula del cuerpo humano realiza cerca de seis billones de funciones por se­gundo, y debe saber lo que todas las demás célu­las están haciendo al mismo tiempo. El cuerpo humano puede tocar un instrumento musical, matar gérmenes, hacer un bebé, recitar poesías y observar el movimiento de las estrellas, todo al mismo tiempo, porque el campo de la correlación infinita es parte de su campo de información.

Lo que es asombroso acerca del sistema ner­vioso de la especie humana es que puede gobernar ese infinito poder organizador a través de la intención consciente. En la especie humana, la intención no está fija o encerrada en una red rígi­da de energía e información. Tiene una flexibili­dad infinita. En otras palabras, mientras no in­frinjamos las otras leyes de la naturaleza, a través de nuestra intención podemos, literalmente, di­rigir las leyes de la naturaleza para convertir en realidad nuestros sueños y nuestros deseos.

La intención sienta las bases para el flujo fá­cil, espontáneo y suave de la potencialidad pura, que busca pasar de lo inmanifiesto a lo manifies­to. La única advertencia es que utilicemos nues­tra intención para beneficio de la humanidad; pero eso es algo que sucede espontáneamente cuando uno está alineado con las siete leyes espi­rituales de la vida.

La intención es el verdadero poder detrás del deseo. La sola intención es muy poderosa, porque es deseo sin apego al resultado. El solo deseo es débil, porque en la mayoría de los casos es aten­ción con apego. La intención es desear respetan­do estrictamente todas las demás leyes, pero en particular la sexta ley espiritual de la vida: la ley del desapego.

La intención, combinada con el desapego, lle­va a una conciencia del momento presente cen­trada en la vida. Y cuando la acción se realiza te­niendo conciencia del momento presente, su eficacia es máxima. La intención mira hacia el futuro, pero la atención está en el presente. Mien­tras la atención esté en el presente, la intención hacia el futuro se cumplirá porque el futuro se crea en el presente. Debemos aceptar el presente tal como es. Aceptemos el presente y proyectemos el futuro. El futuro es algo que siempre podemos crear por medio de la intención desapegada, pero nunca debemos luchar contra el presente.

El pasado, el presente y el futuro son propie­dades de la conciencia. El pasado es recuerdo, memoria; el futuro es expectación; el presente es conciencia. Por consiguiente, el tiempo es el movimiento del pensamiento. Tanto el pasado como el futuro nacen en la imaginación; solamen­te el presente, que es conciencia, es real y es eter­no. Lo es. Es la potencialidad para el mundo del espacio y el tiempo, la materia y la energía.

La intención, apoyada en esta libertad indife­rente del presente, actúa como catalizador para la mezcla correcta de materia, energía y sucesos espacio-temporales para crear cualquier cosa que deseemos.

Si tenemos conciencia del momento presen­te centrada en la vida, entonces los obstáculos imaginarios - los cuales constituyen más del no­venta por ciento de los obstáculos percibidos - se desintegran y desaparecen. El restante cinco a diez por ciento de los obstáculos percibidos se pueden convertir en oportunidades por medio de la intención focalizada.

La intención focalizada es la atención que no se aparta de su propósito. Tener una intención focalizada significa mantener nuestra atención en el resultado que perseguimos, con un propósito tan inflexible que impida completamente que cualquier obstáculo consuma o disipe la concen­tración de nuestra atención. Se eliminan de la conciencia todos los obstáculos, de manera total y completa. Así podemos mantener una sereni­dad inconmovible, a la vez que mantenemos con pasión intensa el compromiso con nuestro obje­tivo. Éste es, simultáneamente, el poder de la conciencia sin apego y la intención focalizada.

Aprendamos a aprovechar el poder de la in­tención, y podremos crear cualquier cosa que de­seemos. Todavía será posible obtener resultados a través del esfuerzo y la constancia, pero a un pre­cio; ese precio puede ir desde la tensión emocio­nal hasta una enfermedad cardíaca o un trastor­no de la función del sistema inmunológico. Es mucho mejor dar los siguientes cinco pasos para poner en práctica la ley de la intención y el deseo. Cuando sigamos estos cinco pasos para cumplir nuestros deseos, la intención generará su propio poder.

1) Entremos en el espacio de la conciencia pura. Eso significa ubicarnos en medio de ese espacio silencioso que hay entre los pensa­mientos, entrar en el silencio - ese nivel de sólo ser que es nuestro estado esencial.

2) Una vez establecidos en ese estado de sólo ser, liberemos nuestras intenciones y nues­tros deseos. Cuando uno está realmente en ese espacio, no hay pensamiento, no hay in­tención; pero en cuanto sale de él - en esa unión entre el espacio silencioso y un pensamiento - es posible introducir la intención. Si tenemos una serie de metas, escribámos­las y concentremos nuestra intención en ellas antes de entrar en el espacio silencioso. Si deseamos una carrera de éxito, por ejemplo, debemos entrar en el espacio silencioso con esa intención, y así la intención ya estará allí como una tenue llama vacilante en nuestra conciencia. Liberar las intenciones y los deseos en este espacio significa sembrarlos en el suelo fértil de la potencialidad pura y esperar a que florezcan en el momento propi­cio. No es conveniente desenterrar las semi­llas de los deseos para ver si están creciendo, o aferrarse rígidamente a la manera como de­berán desarrollarse. Lo único que hay que hacer es dejarlas libres.

3) Permanezcamos en el estado de auto-referen­cia. Esto significa permanecer establecidos en la conciencia de nuestro verdadero yo - nuestro espíritu, nuestra conexión con el campo de la potencialidad pura. También sig­nifica no vernos a nosotros mismos a través de los ojos del mundo, o dejarnos influir por las opiniones y las críticas de los demás. Una buena manera de mantener el estado de auto­referencia es no divulgar nuestros deseos; no compartirlos con nadie, a menos que la otra persona tenga exactamente los mismos de­seos que nosotros y entre los dos exista una unión fuerte.

4) Renunciemos a nuestro apego al resultado. Esto significa renunciar a nuestro rígido in­terés por un resultado específico y vivir en la sabiduría de la incertidumbre. Significa dis­frutar cada momento de la jornada de la vida, aunque desconozcamos el desenlace.

5) Dejemos que el universo se encargue de los detalles. Nuestras intenciones y nuestros de­seos, una vez liberados en el espacio silen­cioso, tienen un infinito poder organizador.
Confiemos en que ese infinito poder organi­zador de la intención orquestará todos los de­talles por nosotros.

Recordemos que nuestra verdadera naturale­za es el espíritu puro. Llevemos la conciencia de este espíritu a donde quiera que vayamos, libere­mos suavemente nuestros deseos, y el universo ma­nejará los detalles por nosotros.


CÓMO APLICAR LA LEY DE LA INTENCIÓN Y EL DESEO


1) Haré una lista de todos mis deseos, y la lle­varé a donde quiera que vaya. Miraré la lista antes de entrar en mi silencio y mi medita­ción. La miraré antes de dormir por la no­che. La miraré al despertar por la mañana.

2) Liberaré esta lista de mis deseos y la entrega­ré al seno de la creación, confiando en que cuando parezca que las cosas no están salien­do bien, hay una razón, y en que el plan cós­mico tiene para mí unos designios mucho más importantes que los que yo he concebido.

3) Recordaré practicar la conciencia del mo­mento presente en todos mis actos. No per­mitiré que los obstáculos consuman o disi­pen la concentración de mi atención en el momento presente. Aceptaré el presente tal como es, y proyectaré el futuro a través de mis intenciones y mis deseos más profundos y queridos.

Basado en el Libro de Deepak Chopra

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viernes, 7 de noviembre de 2008

4ta Ley "LA LEY DEL MENOR ESFUERZO"

4ta LEY
"LA LEY DEL MENOR ESFUERZO"


La inteligencia de la naturaleza funciona con toda facilidad...
con despreocupación, con armonía y con amor.
Y cuando aprovechamos las fuerzas de la armonía, la alegría y el amor,
creamos éxito y buena fortuna con gran facilidad.

Un ser integral conoce sin viajar, ve sin mirar, y realiza sin hacer.

Lao-TSE


La cuarta ley espiritual del éxito es la ley del menor esfuerzo. Esta ley se basa en el hecho de que la inteligencia de la naturaleza funciona con toda facilidad y despreocupación. Ése es el principio de la menor acción, de la no resisten¬cia. Por consiguiente, es el principio de la armo-nía y el amor. Cuando aprendemos esta lección que nos enseña la naturaleza, satisfacemos con facilidad nuestros deseos.

Si observamos la naturaleza, veremos que ella utiliza un esfuerzo mínimo para funcionar. La hier¬ba no tiene que hacer ningún esfuerzo para cre¬cer; sencillamente, crece. Los peces no se esfuer¬zan para nadar; sencillamente, nadan. Las flores no hacen ningún esfuerzo para abrirse; sencillamente, se abren. Las aves no se esfuerzan para volar; sencillamente, vuelan. Ésa es su naturaleza intrínseca. La Tierra no se esfuerza para girar so¬bre su eje; es su naturaleza girar a velocidad verti¬ginosa en el espacio. Es la naturaleza de un bebé estar siempre en estado de dicha. Es la naturaleza del sol brillar. Es la naturaleza de las estrellas titi¬lar y destellar. Y es la naturaleza humana hacer que los sueños se conviertan en realidad, con fa¬cilidad y sin esfuerzo.

En la ciencia védica, la filosofía milenaria de la India, este principio se conoce como econo¬mía de esfuerzo, o "hacer menos para lograr más". Al final, llegamos al estado en que sin hacer nada lo realizamos todo. Esto significa que una ligera idea puede convertirse en realidad sin esfuerzo al¬guno. Lo que conocemos normalmente como "mi¬lagros" son en realidad manifestaciones de la ley del menor esfuerzo.

La inteligencia de la naturaleza funciona sin esfuerzo, sin resistencia, espontáneamente. No es lineal; es intuitiva, holística y estimulante. Y cuando estamos en armonía con la naturaleza, cuando estamos seguros del conocimiento de nuestro verdadero yo, podemos utilizar la ley del menor esfuerzo.

Es mínimo el esfuerzo que hacemos cuando nuestros actos brotan del amor, porque es la ener¬gía del amor la que aglutina la naturaleza. Cuan¬do tratamos de conseguir el poder para controlar a los demás, gastamos energía. Cuando buscamos el dinero o el poder para satisfacer al ego, gasta¬mos energía persiguiendo la ilusión de la felici¬dad, en lugar de disfrutar la felicidad del momen¬to. Cuando anhelamos el dinero para beneficio personal únicamente, cortamos el flujo de ener¬gía hacia nosotros e impedimos la expresión de la inteligencia de la naturaleza. Pero cuando nues¬tras actuaciones nacen del amor, no hay desper¬dicio de energía. Cuando nuestros actos brotan del amor, la energía se multiplica y se acumula - y el exceso de energía que recogemos y disfruta¬mos puede canalizarse para crear cualquier cosa que deseemos, incluida la riqueza sin límites.

Podemos considerar el cuerpo como un apa¬rato para controlar la energía: puede generar, al-macenar y gastar energía. Si sabemos cómo gene¬rar, almacenar y gastar la energía de una manera eficiente, podemos crear cualquier cantidad de riqueza. Fijar nuestra atención en el ego consume la mayor parte de la energía. Cuando nuestro pun¬to interno de referencia es el ego, cuando busca¬mos poder y control sobre los demás, o la aproba¬ción del resto del mundo, desperdiciamos nuestra energía.

Sin embargo, cuando liberamos esa energía podemos recanalizarla para crear cualquier cosa que deseemos. Cuando nuestro punto interno de referencia es nuestro espíritu, cuando nos volve¬mos inmunes a la crítica y perdemos el temor a los desafíos, podemos aprovechar el poder del amor y utilizar creativamente la energía para vi¬vir la abundancia y la evolución.

En El arte de soñar, don Juan le dice a Carlos Castañeda: "Gastamos la mayor parte de nuestra energía sosteniendo nuestra importancia... Si pu¬diéramos perder parte de esa importancia, nos sucederían dos cosas extraordinarias. Una, libe¬raríamos la energía que se mantiene atada alimen¬tando la idea ilusoria de nuestra grandeza; y dos, nos proveeríamos de suficiente energía para ... vis¬lumbrar la grandeza real del universo".


CÓMO APLICAR LA LEY DEL MENOR ESFUERZO


1) Practicaré la aceptación. Hoy aceptaré a las personas, las situaciones, las circunstancias y los sucesos tal como se presenten. Sabré que este momento es como debe ser, porque todo el universo es como debe ser. No lucha¬ré contra todo el universo poniéndome en contra del momento presente. Mi aceptación es total y completa. Acepto las cosas como son en este momento, no como me gustaría que fueran.

2) Habiendo aceptado las cosas como son, acep¬taré la responsabilidad de mi situación y de todos los sucesos que percibo como proble¬mas. Sé que asumir la responsabilidad signi¬fica no culpar a nada ni a nadie de mi situa¬ción (y eso me incluye a mí). También sé que todo problema es una oportunidad dis¬frazada, y que esta actitud de alerta ante to¬das las oportunidades me permite transfor¬mar este momento en un beneficio mayor.

3) Hoy mi conciencia mantendrá una actitud no defensiva. Renunciaré a la necesidad de defender mi punto de vista. No sentiré la ne¬cesidad de convencer o persuadir a los de¬más de que acepten mi punto de vista. Per¬maneceré abierto a todas las opiniones sin aferrarme rígidamente a ninguna de ellas.


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jueves, 6 de noviembre de 2008

3 LA LEY DEL "KARMA" O DE CAUSA Y EFECTO

Cada acción genera una fuerza de energía que regresa a nosotros de igual manera...
Cosechamos lo que sembramos.
Y cuando optamos por acciones que les producen alegría y éxito a los demás, el fruto de nuestro karma es también alegría y éxito.

El karma es la afirmación eterna del libre albedrío... Nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros actos son los hilos de la red que tendemos a nuestro alrededor.

SWAMI VIVEKANANDA


La tercera ley espiritual del éxito es la ley del karma. El "karma" es a la vez la acción y la consecuencia de esa acción; es causa y efecto al mismo tiempo, porque toda acción genera una fuerza de energía que vuelve a nosotros de igual manera. No es desconocida la ley del karma; todo el mundo ha oído la expresión "Cosechamos lo que sembramos". Es obvio que si deseamos crear felicidad en nuestra vida, debemos aprender a sembrar las semillas de la felicidad. Así, el karma entraña la acción que resulta de las decisiones conscientes.

En esencia, todos somos escogedores de opciones infinitas. En todo momento de nuestra existencia estamos en el campo de todas las posi­bilidades, donde tenemos acceso a un número in­finito de opciones. Algunas de estas opciones se escogen conscientemente, mientras que otras se eligen inconscientemente. Pero la mejor ma­nera de comprender y utilizar al máximo la ley kármica es que seamos conscientes de las decisio­nes que tomamos en todo momento.

Sea que nos guste o no nos guste, todo lo que está sucediendo en este momento es producto de las decisiones que tomamos en el pasado. Infor­tunadamente, muchos de nosotros escogemos in­conscientemente, y, por tanto, no nos damos cuenta de que estamos frente a un abanico de op­ciones; sin embargo, lo estamos.

En otras palabras, la mayoría de nosotros - aunque escogedores de opciones infinitas - nos hemos convertido en haces de reflejos condicio­nados, los cuales son constantemente provoca­dos por las personas y las circunstancias, en for­ma de comportamientos predecibles. Estos reflejos condicionados son como los de Pávlov. Pávlov se hizo famoso por demostrar que si se le da algo de comer a un perro cada vez que suena una campa­na, pronto el perro comienza a salivar cuando oye la campana, porque asocia un estímulo al otro.

La mayoría de nosotros, como consecuencia del condicionamiento, respondemos de manera repetitiva y predecible a los estímulos de nuestro medio ambiente. Al parecer, nuestras reacciones son provocadas automáticamente por las perso­nas y por las circunstancias, y así olvidamos que esas reacciones son opciones que escogemos en cada momento de nuestra existencia. Sucede simplemente que escogemos esas opciones incons­cientemente.

Si nos detenemos un momento y observamos las opciones que escogemos en el instante mismo en que las escogemos, ese simple acto de conver­tirnos en espectadores nos permite sacar todo el proceso del reino del inconsciente para traerlo al reino de la conciencia. Este procedimiento de elección y de observación conscientes da mucho poder.


CÓMO APLICAR LA LEY DEL "KARMA" O DE CAUSA Y EFECTO


1) Hoy observaré las decisiones que tome en cada momento. Y con el simple hecho de observar esas decisiones, las traeré a mi conciencia. Sabré que la mejor manera de prepararme para cualquier momento en el futuro es estar totalmente consciente en el presente.

2) Siempre que haga una elección me formula­ré dos preguntas: "¿Cuáles son las consecuen­cias de esta decisión?" y "¿Traerá esta deci­sión felicidad y realización tanto para mí como para aquellos a quienes afectará?"

3) Después le pediré orientación a mi corazón, y me dejaré guiar por su mensaje de bienes­tar o de malestar. Si me siento a gusto con la decisión, seguiré adelante sin temor. Si la decisión me produce malestar, me detendré a mirar las consecuencias de mi acción con mi visión interior. Esta orientación me per­mitirá tomar espontáneamente decisiones correctas tanto para mí como para todos los que me rodean.

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lunes, 3 de noviembre de 2008

2a Ley Espiritual de la Vida

LA LEY DEL DAR
Por Dr. Harmony - Más artículos como éste

El universo opera por medio de un intercambio dinámico... Dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía en el universo. Y si estamos dispuestos a dar aquello que buscamos, mantendremos la abundancia del universo circulando en nuestra vida.

Este frágil recipiente lo has vaciado una y otra vez para llenarlo eternamente de vida nueva. Esta pequeña flauta de caña la has llevado por valles y montañas, soplando a través de ella melodías siempre nuevas...
Tus dones infinitos vienen a mí solamente en mis pequeñas manos. Pasan los siglos, y tú continúas vertiendo, y todavía hay espacio para llenar.

- RABINDRANATH TAGORE, Gitanjali



Toda relación es una relación de dar y recibir. El dar engendra el recibir, y el recibir engendra el dar. Lo que sube debe bajar; lo que se va debe volver. En realidad, recibir es lo mismo que dar, porque dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía en el universo. Y si detenemos el flujo de alguno de los dos, obstaculizamos la inteligencia de la naturaleza.

En toda semilla está la promesa de miles de bosques. Pero la semilla no debe ser acapara­da; ella debe dar su inteligencia al suelo fértil. A través de su acción de dar, su energía invisible fluye para convertirse en una manifestación ma­terial.

Cuanto más demos más recibiremos, porque mantendremos la abundancia del universo circulando en nuestra vida. En realidad, todo lo que tiene valor en la vida se multiplica únicamente cuando es dado. Lo que no se multiplica a través del dar, ni vale la pena darse, ni vale la pena reci­birse. Si al dar sentimos que hemos perdido algo, el regalo no ha sido dado en realidad, y entonces no generará abundancia. Cuando damos a regaña­dientes, no hay energía detrás de nuestro acto de dar.

Al dar y al recibir, lo más importante es la in­tención. La intención debe ser siempre crear felicidad para quien da y para quien recibe, porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y, por tan­to, genera abundancia. La retribución es directa­mente proporcional a lo que se da, cuando el acto es incondicional y sale del corazón. Por eso el acto de dar debe ser alegre - la actitud mental debe ser tal que se sienta alegría en el acto mismo de dar. De esa manera, la energía que hay en el acto de dar aumenta muchas veces más.

En realidad, practicar la ley del dar es muy sen­cillo: si deseamos alegría, démosles alegría a otros; si deseamos amor, aprendamos a dar amor; si de­seamos atención y aprecio, aprendamos a prestar atención y a apreciar a los demás; si deseamos ri­queza material, ayudemos a otros a conseguir esa riqueza. En realidad, la manera más fácil de obte­ner lo que deseamos es ayudar a los demás a con­seguir lo que ellos desean. Este principio funcio­na igualmente bien para las personas, las empresas, las sociedades y las naciones. Si deseamos recibir el beneficio de todas las cosas buenas de la vida, aprendamos a desearle en silencio a todo el mun­do todas las cosas buenas de la vida.

Incluso la sola idea de dar, el simple deseo, o una sencilla oración, tienen el poder de afectar a los demás. Esto se debe a que nuestro cuerpo, re­ducido a su estado esencial, es un haz individual de energía e información en medio de un univer­so de energía e información. Somos haces indivi­duales de conciencia en medio de un universo consciente. La palabra "conciencia" implica mucho más que energía e información - impli­ca una energía y una información que viven en forma de pensamiento. Por tanto, somos haces de pensamiento en medio de un universo pen­sante. Y el pensamiento tiene el poder de trans­formar.

La vida es la danza eterna de la conciencia, que se manifiesta como un intercambio dinámi­co de impulsos de inteligencia entre el micro­cosmos y el macrocosmos, entre el cuerpo huma­no y el cuerpo universal, entre la mente humana y la mente cósmica.
Cuando aprendemos a dar aquello que busca­mos, activamos esa danza y su coreografía con un movimiento exquisito, enérgico y vital, que cons­tituye el palpitar eterno de la vida.

CÓMO APLICAR LA LEY DEL DAR

1) Llevaré un regalo a cualquier lugar a donde vaya y para cualquier persona con quien me encuentre. Ese regalo puede ser un elogio, una flor o una oración. Hoy les daré algo a todas las personas con quienes me encuen­tre, para iniciar así el proceso de poner en circulación la alegría, la riqueza y la prospe­ridad en mi vida y en la de los demás.

2) Hoy recibiré con gratitud todos los regalos que la vida me dé. Recibiré los obsequios de la naturaleza: la luz del sol y el canto de los pájaros, o los aguaceros de primavera o las
primeras nevadas del invierno. También es­taré abierto a recibir de los demás, sea un re­galo material, dinero, un elogio o una ora­ción.

3) Me comprometeré a mantener en circulación la abundancia dando y recibiendo los dones más preciados de la vida: cariño, afecto, apre­cio y amor. Cada vez que me encuentre con alguien, le desearé en silencio felicidad, ale­gría y bienestar.

Nota: El placer de dar… El poder de compartir… La alegría de ver felices a los demás… El saber que tenemos algo bueno para dar; crea un puente energético desde lo más profundo de nuestro interior hasta lo infinito del universo, cuando eres capaz de dar lo que tienes y lo que eres, expandes tu ser y elevas tu conciencia a un nivel superior. Dentro de ti existe la esencia más pura, más increíble y más maravillosa del universo, permítele que se manifieste y compártela con tu familia, tus amigos, tus enemigos y todo aquel que cerca de ti, entonces a experimentar la “Ley de Dar” y la "Ley de Recibir"
Basado en el Libro las 7 leyes espirituales de la vida de: "Deprack Chopra"



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